Otra conversación entre la ardillita y el águila
–
Mi palabra tiene la misma fiabilidad que un
contrato laboral – dice el águila.
–
No lo entiendo – comenta la ardilla sorpresa por
las palabras que salen de la boca de su compañero de conversación.
–
Lo que quiero decir con estas palabras es que
soy una persona de fiar – la ardilla arruga el morro en señal de desaprobación –.
Ardilla, recuerda que un contrato laboral es de lo mejor que hay.
–
Antes puede ser, ahora no estoy segura.
–
Antes, ahora y siempre – responde el águila
sacando pecho.
–
Yo no tengo buena memoria – añade la ardilla
mientras el águila sonríe.
–
Pues si no tienes buena memoria, no puedes saber
cómo era antes.
–
Eso sí que lo sé, ya que mis ancestros me
dijeron que siempre habían trabajado para el mismo castor jefe.
–
¿Un roedor era el jefe? – pregunta el águila.
–
Buenas – responde la ardilla haciendo gestos con
los brazos –, ¿qué soy? Con tu inteligencia y sabiduría sabrás que también soy
un roedor.
–
Pequeño detalle sin importancia. Un roedor no se
preocupa por vuestros problemas como lo hago yo – la ardilla levanta las cejas,
no ve la relación entre el águila y ella –. Ahora me comentarás que tus
progenitores, los progenitores de tus progenitores y así sucesivamente siempre
estuvieron realizando las mismas tareas.
–
¿Qué mal hay en eso? – pregunta la ardilla
cuestionándose a sí misma.
–
Que eran trabajos monótonos, los que yo ofrezco
son mejores. O no te has dado cuenta que: ¿ahora puedes cambiar con más
facilidad?
–
De lo que me he dado cuenta es que ahora han
bajado el número de bayas.
–
Exacto, el castor no os lo enseño, pero también
ha bajado mi número – comenta el águila mientras se le escapa una sonrisa que
la ardilla no considera sincera.
–
Pero con el castor teníamos más días personales.
–
Y eso bajo el número de bayas que recogíais, os
estaba haciendo vivir por encima de vuestras posibilidades – la ardilla se
queda callada, está asimilando las palabras del águila, se las está creyendo y
el águila se percata de la situación.
–
Respecte mi ignorancia, pero ahora estoy
encontrando unos hechos que no me cuadran. Fue una clase de pájaro, tengo mala
memoria y ahora no puedo recordarla, la que nos dijo que por una baya al mes
durante cierto tiempo, podríamos tener las ramas de arriba e hicimos caso.
–
Esa especie seguro que tenía razón y cuando os
lo ofreció era por buenos motivos.
–
Pero ahora con los recortes que ha hecho de
bayas ya no puedo pagar.
Esos recortes están justificados, son para salvar a
los buitres. Os ayudaron y ahora no tienen donde refugiarse, pobres pájaros. Vosotros
tenéis la culpa de que el bosque vaya mal – la ardillita hace un paso hacia
tras en la rama para alejarse del águila –. Sois las causantes de todos los
problemas, pedís y pedís y volvéis a pedir, pero cuando os comentan algo
respecto a los recortes en vuestras reducidas expectativas de vida os enfadáis.
Tenéis que recordar que los que estamos por arriba siempre hacemos las cosas
para que os gusten, para vosotras las ardillas o al menos eso os hacemos creer –
comenta el águila justo antes de tragarse a la asustada ardilla
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