En el bosque, entre medio de ramas y hojas putrefactas hay
una pequeña reunión. Por un lado hay las águilas que hablarán de lo que han
hecho y como lo han hecho, mientras que de oyentes hay un grupo de ardillitas
sorprendidas de que ahora sus portavoces sean esos animales voladores que hace
más o menos un año las aterraban, pero no las aterraban tanto como los que
había y no decidieron hacer caso al dicho “Vale más malo conocido, que bueno
por conocer”. A llegado el momento de empezar y una de las majestuosas águilas
sube las tres escaleras de madera, tres escaleras que a las ardillas les
costaron mucho de hacer.
– Acusan a las águilas, no ha nosotras – comenta una ardilla delante de silencio que se ha creado.
– Acusan a la comunidad – añade el águila portavoz – y con la comunidad también es a vosotras.
– En ningún momento he oído que dijeran algo malo respecto mis vecinos – dice una ardillita mientras se llena de aire los pulmones.
– ¿No soy tu vecino? – pregunta el águila a la ardilla y esta sólo puede afirmar con la cabeza –. Nosotros, vuestros vecinos os vigilamos de las alturas. Donde cada movimiento que hacéis queda visto y registrado, en caso que lo utilizáramos sería con la mayor transparencia posible – la ardilla afirma, con esas palabras ya no recuerda cual era la pregunta que había hecho originalmente –. Dicen que hay corruptos en el interior de nuestra sociedad.
– Pero – comenta la ardilla mientras se da cuenta que puede ser ella la acusada de corrupta por esa bellota que se guardo en otoño en vez de entregarla, decide callar.
– No hay peros que tengan importancia cuando miramos los valores en que se fomenta la sociedad igualitaria del bosque. Por lo tanto, en esta asamblea donde hemos podido oír las voces de las dos partes diremos que un imputado en un delito puede estar en el consejo siempre y cuando sea un ave y no un carroñero.
La gran mayoría de las ardillas vitorean a las águilas, son
pocas las que se quedan en silencio recordando la última frase e intentando
recordar que han dicho ellas.
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