Estos dos animales, creo que pueden ser definidos por una
amplia gama de la población. En caso que esté equivocada adjunto una pequeña
descripción.
Las ardillas o ardillitas son esos animales que gracias a
Disney la gran mayoría tenemos definidos (recordemos a Chip y Chop). Son inofensivos
y básicamente se alimentan de bellotas
(o eso decían los dibujos) y frutos que encuentran por el bosque, donde viven.
El águila, ese no lo tenemos tan visto de los dibujos, en
todo caso de los documentales de La 2.
Se alimenta de todo tipo de animales que se puedan encontrar en el bosque,
incluidas nuestras queridas ardillitas. No es el más veloz de los cielos,
tenemos que tener en cuenta que es superado por el halcón peregrino.
Ahora que ya tenemos a los protagonistas y sabemos su modo
operante prestemos atención a esta conversación. Los traductores han tenido que
trabajar mucho para que se pueda entender, ya que la gran mayoría no entendemos el lenguaje animal.
El águila va a posarse
en una ramita del árbol por el que sube la ardilla.
–
¿Me
podrías dejar pasar? – pregunta la ardillita a ese pájaro enorme que tiene
delante.
–
Si lo
hiciera, ¿qué me darías a cambio? – responde el águila con otra pregunta ante
la sorpresa de la ardillita.
–
Sólo tengo
unas bayas – contesta la ardilla con cara de asombro y sin entender a que ha
venido la pregunta –. Soy una simple ardilla.
–
Me da
igual lo que seas – añade el águila de mala manera –, yo soy más grande, más
bella y más lista. Soy mejor que tú – la ardilla sólo puede abrir los ojos y
subir las cejas –. Pequeña, hoy he tenido mal día, disculpa mi humor – dice el águila en
un tono más tranquilo sorprendiendo a la ardillita y con un extraño brillo en
los ojos.
–
Pero, ¿yo
no sé qué eres? Y creo que tú sabes lo que soy yo.
–
Tú eres
una ardilla, la cola te delata. Yo soy un águila.
–
Entonces,
tú mataste a mi padre, a mis hermanos, a mis tíos, a mis cuñados, a los hijos
de mis cuñados – al recordar la sombra que acechaba a los familiares muertos,
los ojos se le humedecen –, a mi suegra – en ese momento a la ardilla se le
dibuja una sonrisa en el rostro.
–
No lo creo
– responde el águila –. Soy un águila vegetariana.
–
¿Cómo? –
pregunta la ardillita sorprendida.
–
Soy de una
nueva raza. Si quieres te dejo ver mi declaración de la renta para que te lo
creas.
–
Las
ardillas somos muchas – responde la ardillita, mientras el águila sonríe – y de
tu clase, hay pocos.
–
Eso
hacemos creer. Pero si ahora te dijese que para subir a la parte superior del árbol
te toca pagar 1€, ¿Qué harías?
–
Buscar a
mis amigas las ardillas y protestar.
–
¿Crees que
alguien os oiría? – pregunta el águila mientras dibuja una sonrisa de victoria
en su rostro.
–
Todo el
bosque – contesta la ardilla.
–
¿Os harían
caso? – pregunta el águila sin quitar la sonrisa del rostro.
–
Por
supuesto – contesta convencida la ardilla.
–
Claro –
añade de forma pausada el águila –. Los animales no saben que los vigilo – al decir
estas palabras el águila vuelve a sonreír
– ¿De qué hablábamos?
–
Del euro
por subir a la copa – con la respuesta de la ardilla el águila se pone a reír –.
No te rías de mí.
–
No me río
de ti. Me río de todas vosotras las ardillas, es fácil haceros olvidar. Si ahora
dijese que perdono el euro – la ardilla se pone a saltar de la ilusión –. Es muy
fácil haceros olvidar lo que es realmente importante – añade el águila justo
antes de engullirse a la ardilla –. En la declaración de la renta sólo sale lo
que ha de salir, en ningún momento pondré mis hábitos alimenticios – el águila
observa el tronco y ve como sube otra ardilla.
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